Ofertorio (Número cero) Sin ti. Sin ti. Hora inviolable. Inescrutable sollozo. Fuga sagrada de lo que invado y destruyo. Mis piernas de tristeza golpean las estrellas. Navíos secretos de habitantes desnucados hunden odio amargo, sediento de dislocadas primaveras ciegas, donde se yergue el titán enano de la Vida vencido inmenso mar de donde surgen albas implacables como una mano tierna. Ciñéndome en la furiosa danza de este sangriento olvido, de este pozo espeso de agonía en cuyo fondo muere amanecer un despertar hermoso en antigua sonrisa de las Madres. Tu brisa dorada de muchachas me explica la lección conmovida Con el sublime ejemplo del pequeño escarabajo de los cementerios. ¡Conducta que no admite discordias! Pero yo rompo feroz todos tus espejos y con mis navajas de fósforo rasgo de punta a punta tu vientre de mentiras. Los Cielos se me derraman podridos límites. Hambrientos de corazón postrado me interrogan -acuchillan- piden limosna a ratos amorosos, tras años-luz de insomnio, donde los termómetros azules se convierten en sueño sin tormenta, aglomero a todos los innumerables muertos humanos ya galope tendido de tigres desbocados los conduzco hacia el fin de los mapas solares para pedirte cuentas por nuestra inconsolable voz acuchillada. - Miguel Labordeta (poeta español, 1921-1969)