Surfeaba un sitio de cultura y lengua p´urhépecha (idioma y pueblo de la región del estado de Michoacán en México, donde pasaba un medio año muy importante y formativo de mi juventud), y encontré esta leyenda sobre la creación del mundo.
De la primera gran explosión emergieron cuatro grandes rayos de luz, que se extendieron en cuatro direcciones distintas, en cuatro caminos con horizontes luminosos, dando lugar a los cuatro puntos cardinales. Nació así Tata-cuate y Nana-cuate principio dual, también llamado o llamada Kuerajpiri y le dio forma con sus manos de lumbre a un gran astro de luz y de calor; lo colocó en el centro de nuestro espacio y le dio la misión de alumbrar el universo. Le puso por nombre Tata-Juriata (Señor Sol) también llamado Kuri-kaueri.
Kuerajpiri (principio dual creador y destructor) decidió entonces darle una esposa a Tata-Juriata para que no estuviera tan solo, para que no se quedara fijo en el cielo, sobre un día eterno, sin contrastes ni movimiento. Le dio nacimiento a Nana-kutzi (Señora Luna). Pero él sólo aparecía de día y ella sólo de noche, de manera que estaban separados por el tiempo. De manera que decidieron verse alternativamente, una vez a la luz de él, otra vez a la luz brillante y redonda de ella. Y fue así como surgieron los eclipses de sol y de luna.
De esta unión nació Kuerahuaperi, también llamada Nana-Kuerari (nuestra madre tierra) que con el paso del tiempo se convirtió en una hermosa doncella. K’uri-kaueri se enamoró de ella. Le mandó cuatro rayos, que se posaron respectivamente en la frente, en el vientre, en la mano derecha y en la mano izquierda.
La doncella se convirtió en Nana-kuerari (la madre creadora), quien, en medio de una tempestad furiosa, dio a luz a las cosas naturales: la tierra seca, los montes, los ríos, los árboles, las flores, los lagos, los llanos, los vientos.
Tuvo luego un segundo parto, del cual nacieron todos los seres en movimiento, pero sin razón, sin emociones, sólo con instinto: los animales. Fue hasta el tercer parto que salieron a la luz los hombres y las mujeres, a los que dotó del saber, de manera que pudieran distinguir las cosas buenas de las malas. Se les dio el sonido y el habla para que se comunicaran entre sí.
Pero los hombres andaban errantes; no sabían medir el tiempo; no construían nada y peleaban entre sí. Nana-kuerari invocó a K’uri-kaueri y le pidió ayuda. El gran dios le entregó una caja de madera tallada. Le dijo que adentro estaban todas las cosas bellas que el hombre podía apreciar, y estaban también todos los oficios que podían aprender, y las líneas y los límites para organizar y medir el tiempo y el espacio. Pero también, le dijo, estaban los castigos, las maldades y la negrura del sufrimiento eterno. Debían usarla con sabiduría y sensatez.
De la caja también brotaron las estaciones del año. Los hombres aprendieron a construir casas, a cultivar la tierra, a transmitir conocimientos a las siguientes generaciones, a crear cultura y enriquecerla con el tiempo.
El sitio incluso tiene un streaming de una radiodifusora p´urhépecha. La escuchaba durante varias horas.
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